26 dic 2012

El cartoncito


   No sé a ciencia cierta por qué los años pares, están como mejor vistos entre el personal que los impares, pero es que el entrante, además de impar es trece, por si alguien supersticioso tenía alguna duda.
   El que se va, también tuvo sus cosas buenas como…, por ejemplo…, bueno ahora no me acuerdo. Posiblemente una de las cosas buenas fue la explosión de las redes sociales y poder recibir información, aunque a veces haya que ponerlas en cuarentena, pero ha sido un gran paso para los usuarios. Según a quién sigas y quienes te sigan, puedes comentar acontecimientos de todo tipo y eso siempre está bien. Sin embargo sigue, como las Pirámides de Egipto inamovibles al paso de los tiempos, las navajitas de los farmacéuticos para cortar el cartoncito del las cajas de los medicamentos, colocarlos debajo del celo, y pegarlo en un impreso. Y esa parte del proceso no la entiendo, como tampoco entiendo otras muchas cosas, pero si tenemos un tarjeta sanitaria con todos nuestros datos, si cuando la pasan por un lector se imprimen los medicamentos de turno, luego con una lector de mano, leen el código de barras del impreso que han sacado, luego con la “pistolita” leen los códigos de cada cajita y al final, vuelve la liturgia tradicional de cortar el cartoncito y pegarlo en otro impreso. Igual que cuando de niño iba a la farmacia para lo de mi abuelo.
   Tal vez, el trece, sea el remate final del lío que llevan los médicos y los farmacéuticos, a golpe de ordenador y pistolas láser, para seguir contando el cartoncito de marras…

http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/opinion/el-cartoncito_789076.html

19 dic 2012

Cliente VIP


No serían más de las ocho y cuarto de la tarde, cuando estaba revolviéndole a Ovidio, los estantes del estanco de la Playa de Moncofa, cuando Brígida se unió a la investigación de lo que yo buscaba tan interesado.
Estábamos los tres enfrascados en el asunto, cuando se oyó la puerta que se abría y Brígida dijo: -“Lo siento. Éste cliente tiene prioridad absoluta”. Por un instante, y habiendo oído la puerta, no encontraba al Cliente VIP por ningún lado, hasta que enseguida vi a un desparpajo andante con un anorak con capucha azul marino que, de puntillas, le decía como Napoleón arengando a sus ejércitos: -“¡Vale. Te voy a vender una!”. Brígida abonó el precio y Raúl, de puntillas le pidió un boli y, siempre en tono imperativo le dijo: - “¡Dame tu teléfono!” Y con la punta de la lengua fuera, escribió con una excelente caligrafía los números que Brígida le iba diciendo.
Como no puedo evitar la curiosidad, le dije a Raúl si a mí me vendía también. En ése momento del misterioso asunto de la venta y el número de teléfono, descubrí que llevaba papeletas del sorteo de una PlayStation3, para echar una mano al C.F. Platges Moncofa. Raúl muy en su papel de seriedad y resolución que conlleva el ser un hombre de mundo, y tras mirarme de arriba abajo, me dijo que sí, que me vendía y además de mi número de teléfono, me pidió mi nombre (tonterías las justas, debió pensar Raúl),
El Tema con Brígida es que D. Raúl, hacía un rato, no le había querido vender por si le tocaba y se quedaba con el premio. Total que entre unas cosas y otras, se pasó la hora de cerrar y cuándo salí del estanco, Ovidio se quedó arreglando el desorden que yo había dejado.
Bon Nadal!

15 dic 2012

El relato de David

   Iba a almorzar en uno de mis bares/restaurantes favoritos de Moncofa, cuando David, uno de los hijos de Carmen, la dueña, y mientras Marín me encargaba unos platos del menú, me dijo si no me importaba leer algunas cosas suyas. Hay que decir que David ya tiene muchos tiros dados, a pesar de su juventud.
   La verdad es que, fíjate qué cosas, en pleno bum de las RR.SS., me esperaba un cuaderno o unos folios impresos, pero David apareció con un flamante portátil y me dejó una texto abierto. A fuerza de ser sincero, no me apetecía mucho ponerme a leer en una pantalla, máxime cuando había estado toda la noche, dale que te pego a mi viejo teclado, al que le faltan teclas como dientes de leche a los niños mayores. Pero el entusiasmo y lo bonito que me parece ver las ganas de convertir sentimientos en letras juntas, me estimuló y me puse a leer. Aquello no era un serie de letras y signos de puntuación juntos. Aquello era un corazón, herido sin duda, y palpitante, encerrado en una pantalla. Tenía, ritmo, giros, hábiles comparaciones con los pescadores de bajura. Su relato, breve además,  me emocionó profundamente.
   Posiblemente yo podría ser su padre por la diferencia de edad, pero sus sentimientos, sus emociones, su desesperanza, su impotencia por hechos sobrevenidos de repente, eran idénticos a los míos que un día fueron.
   Mientras estaba inmerso en la lectura, Marín debió dejarme un par de platos en mi mesa pero por mi inmersión en la lectura, ni me enteré. Cuando concluí, le dije a David si tenía algo más que me pudiera dejar leer, Y sobre la mesa con varias pulsaciones certeras en las teclas, se desplegó un nuevo texto. Bonito, sentido, romántico, pero sin la fuerza, el convencimiento ni el dolor que empapó el primero que me dejó leer.
   Marín me riñó, como siempre, porque no quería ensalada y no tuve más remedio que comer un poco, pero le dio igual: -“Si no te acabas la ensalada no hay postre”. Negociamos y al final cedió y continué con la pitanza.
   Salí a la terraza a echar un pito y no podía quitarme varias frases del escrito de David. Ensimismado pasó cerca de media hora desgranando y admirando la maestría descriptiva de su texto. Aboné lo que consumí y volví, despacito, a mi casa. Mecánicamente cogí una botella de agua del frigorífico y me apoltrone en uno de mis sillonazos preferidos dispuesto a cerrar los ojos un rato con el álbum de Rod Steward, “Fly Me to the moon”, sonando bajito…
   Imposible. De verdad que el relato de David me martilleaba la cabeza. Me incorporé. Encendí mi máquina y con Rod de compañero, me puse a escribir, mientas sonaba “Bye bye black bird”. El resto, es historia…

12 dic 2012

Luces


Ya están en marcha las luces de colorines. Un mogollón de casas con lucecitas psicodélicas y trepidantes. Hay que reconocer que no todas provocan ataques de epilepsia si las miras más de un minuto... Otra cosa a tener en cuenta es que “los festivales de luz y color”, se montan no para el regocijo de los moradores de la casa en cuestión, sino en las fachadas, balcones, vigas, tejados y tejaditos. Al anochecer hay que ponerse gafas de soldador para pasear por algunas calles y urbanizaciones y no ir a urgencias oftalmológicas.
Hay algunas con unas secuencias endiabladamente rápidas en todos los sentidos, intermitencias, parpadeos, direcciones… y todas las filigranas que se puedan imaginar. Es como una competición vecinal, pero para los paseantes… Ayer vi una escena memorable: se ve que habían puesto el desenfreno bombillil por la mañana y luego, ya bien entrada la noche, estaba un señor ya de una edad o dos, colocando una especie de colcha en las ventanas que daban a la terraza donde habían instalado el jolgorio eléctrico, y allí andaba el hombre con lo que tenía a mano.
La curiosidad me hizo apostarme en la acera de enfrente, geográficamente hablando, para observar. Probó con cinta adhesiva de oficina y la colcha se le caía. Luego con cinta de embalar, pero por el relente o el gotelé de la pared, no había fijado una parte, cuando la otra ya estaba en el suelo. Más tarde, el hombre que ya no estaba para bromas, se lió con cinta americana y la colcha a lo suyo. Así que apareció con un martillo enorme y la clavó en la pared para poder dormir.
Se conoce que es más importante deslumbrar, que poder dormir.

Lo puedes leer también en El Periócico Mediterráneo

5 dic 2012

Funcionarios


Quizá porque la palabra funcionario, se ha asimilado a: “vuelva Ud. mañana”, “he salido a desayunar”, o “vaya a la otra ventanilla”… Estereotipo que corresponde a los tiempos de Dickens, Kafka o a la época más oscura de España. Pero no son aquellos con visera y manguitos y escribiendo primero a lápiz y luego con plumilla y tintero… Les puedo asegurar que en “funcionarios”, se engloban muchos colectivos y reivindicando sus derechos, que son los nuestros. Mis últimas experiencias con personas que trabajan en la función pública, lejos del arquetipo anterior, son diligentes, amables y concienzudas para que su trabajo se haga muy bien. Y repito, trabajo bien hecho que es para que nosotros, el resto de ciudadanos, tengamos todo aquello que la Ley y la Constitución nos otorga.
Puedo atestiguar, personalmente que, por mis habitual despiste, me llamó MªJosé, del INEM de La Vall, para decirme que necesitaba un documento que no había presentado y que sin él, todo el procedimiento estaba parado. En otra ocasión me llamaron del Ambulatorio de Moncofa que, por cierto, se merece la ampliación ya, para que acudiese media hora más tarde, porque el doctor que me tenía que atender, tenía una reunión ¡Media hora! Todo un detalle, que ni en la privada... En la Tesorería de la Seguridad Social de Onda, cansado de dar vueltas sin encontrar lo que buscaba, un caballero muy amable, me explicó dónde y cómo debía acudir para solucionar el asunto que me ocupaba. Así pues, les aseguro que si padecen por los paros y manifestaciones de los funcionarios, recuerden que su trabajo, revierte en todos y cada unos de nosotros. Desde el jardín de infancia, hasta la jubilación y más allá.