31 jul 2013

Yo también

Hace un año justo que viene a parar con mis libros y mis trastos a Moncofa. Venía de la locura de una gran ciudad donde el dios es el reloj. Dejé atrás muchas cosas que parecían imprescindibles pero que desde la distancia, ahora, me parecen hasta ridículas. Hay miles de dichos y refranes que sirven para cada situación y momento, pero hay dos que me repetían de niño que, para bien o para mal, siempre me han servido al menos, para reflexionar: 1.- Si no te das prisa en cambiar el mundo, el mundo te cambiará a ti y 2.- El que deja de pedalear, se cae de la bicicleta.

No pude cambiar el mundo pero con la bicicleta me surgió una pregunta: ¿por qué tengo que ir en bici? Dejé la bici, dejé el mundo que me estaba cambiando y aparecí, tras una fortísima tormenta, en Moncofa, como Santa María Magdalena, dicho con todo el cariño y respeto. Y aquí estoy, reiniciándome, como dirían los informáticos.

La semana pasada presencié el desembarco y la procesión de la Patrona de mi pueblo -estoy empadronado en Moncofa- y jamás vi nada igual. Es la procesión más antigua de la Comunidad Valenciana con 500 años de tradición y que, según dice la Historia, se fue de la vera del Rey Alfonso El Magnánimo en 1423, aprovechando un fuerte temporal, para recalar en Moncofa, tras haber saqueado Marsella y, entre otras cosas, traerse las Cadenas y a  Santa María Magdalena, camino a Valencia, donde todavía se conservan las cadenas, pero no hubo forma de sacar la imagen de La Santa… y hasta hoy. Pues salvando las distancias, yo también dejo las cadenas en Valencia y yo también me quedo.

26 jul 2013

Los globos de helio

Erase una vez un hombre que tenía un buen trabajo y que estaba bien considerado por sus jefes, pero cuando todo empezó a derrumbarse como un castillo de naipes, como tantos otros, fue despedido. Buscó trabajo allá donde pudo y donde no, lejos de su casa, cerca, a miles de quilómetros, en su barrio y no encontró nada. Nuestro hombre, amigo mío, pongamos por ejemplo Antonio, de lo que sabía bastante era de mecánica y los amigos que tenían coche, más viejos que el mismo mundo, se los llevaban cuando no funcionaban bien, es decir, tenía una clientela fija asegurada, aunque sin un duro. Antonio, es un poner, se recorría los desguaces y talleres, para recuperar las piezas que estaban hechas polvo en nuestros utilitarios de quinta mano como mínimo.

Poco a poco, la fama de las manos y las habilidades de Antonio traspasaron, por el boca a oído, el círculo de amigos y empezaron a llevarle coches normales no los cacharros nuestros, pero el problema es que no tenía taller. Antonio sólo tenía sus manos, sus herramientas y su oficio, pero como no se arredraba ante nada, y casi ante nadie, los reparaba en la vía pública en contra de algunas ordenanzas municipales. Lo que fue sucediendo, casi a diario, es que la Policía Municipal le visitara cada poco para imponerle una sanción tras otra que no podía pagar. Luego, de paisano, alguno que otro fue a que le reparase su coche particular, pero las sanciones se fueron acumulando hasta que un mal día, mi amigo Antonio tuvo que pagarlas con lo único que tenía: su libertad. La historia no acabó de ésta manera ni mucho menos, pero eso ya es harina de otro costal. La opción era muy fácil: trabajar como fuera y poder comer o conseguir su sustento de otras formas poco o nada recomendables que no auguraban nada bueno. Y yo les pregunto ¿cómo empieza un emprendedor, término tan de moda ahora que no tenga nada, en el sentido más amplio de la palabra NADA, a ganarse la vida frente a leyes, ordenanzas, normativas, protocolos, cuestionarios, avales,…?

Me acordé que de cuando niño, se me escapó un globo de helio que llevaba anudado a la muñeca y que por un golpe de aire se rompió el hilo que me unía a él. Tenía grandes planes con él y para él al llegar a casa, pero el globo se fue. Lo seguí durante mucho tiempo hasta que desapareció definitivamente de mis ojos húmedos. Mi padre me dijo que todos los globos que están hechos para subir, tienen un sitio donde se juntan cuando se sueltan de las manos de los niños… No sé porqué me ha venido este recuerdo al pensar en Antonio. Un hombre al que la burocracia y las normas le impiden vivir honradamente y que sin darle ningún tipo de alternativa, tal vez un día se le rompa el hilo, de tanto roce, y vaya donde el viento le lleve, como a los globos de helio.



23 jul 2013

Pues eso

Generalmente, no siempre, los periódicos suelen recoger la actualidad de una forma objetiva y como la actualidad está como está, suelen amargarte un poco el día. Personalmente, si no me gusta algo lo dejo a un lado, por ejemplo: los calabacines como guarnición, Eso de estar meneándolos por todo el plato mientras dejas que se enfríe lo principal, como los niños con las espinacas, me da mucha pereza. Si eres un niño y tu madre, con su poder de convicción habitual, te dice que te las comas, no lo pienses más; cuanto antes mejor. Pero si ya tienes una edad o dos, y por desgracia no tienes padre, ni madre, ni perrito que te ladre, apártalas y ataca lo que te guste.

Con esto de las noticias y además en verano, creohay que darles una chispa, un pellizquito que dicen los andaluces, de ironía y buen humor (donde sea posible). El otro día en la playa, había una pareja de cierta edad bajo una potente sombrilla. Ella con un libro en esas sillas bajitas que para levantarte te has de tirar al suelo, o llamar a la grúa y él, en una tumbona de las de toda la vida. La señora de vez en cuando se reía y le comentaba algo al marido, que sonreía con ella. De repente, al pasar la hoja del periódico, lo mal dobló y se tiró al mar como si no hubiera un mañana. En la hoja doblada no sé que ponía de Bárcenas.

18 jul 2013

Il ragioniere

Saturado de discusiones bizantinas en torno a la famiglia del PP, y aquí había que hacer una excepción como en los prólogos de Asterix y Obelix con respecto a la totalidad de la ocupación de la Galia, que si no fuera por la gravedad del asunto, tiene sus puntos satíricos que recuerdan la escena de el camarote de los Hermanos Marx, que por mucha gente que hubiera dentro, siempre cabían más… Como en casi todas las novelas donde aparece la famiglia, el contable -il ragioniere le llaman ellos-, es el eslabón más débil y al que, por exceso de confianza, menos cuidan. Il ragioniere casi siempre es un hombre modesto, enjuto y con la pinta del ministro de Hacienda o así. Muy poca cosa comparado con el aspecto y los modos de sus jefes y sus niveles de vida en lo privado, sus grandes fiestas, sus confeti, sus viajes y sus ropas. Pero en el caso que nos ocupa es algo diferente. El de los números irrumpió en los medios con un abrigo Chesterfield, de acuerdo a su trabajo aunque muy pasado de moda y con un cierto tufo a naftalina, con un peinado entre el que llevaba Christopher Lee en “Drácula” y José Luis Rodríguez, El Puma, cuando cantaba lo de “camaleón, camaleón, viva la numerasión…” Yo estoy más por el de El Puma, porque le viene al pelo.

El contable, se ve que acostumbrado a tantos años de impunidad, empezó como el resto de todos los españoles a vivir por encima de sus posibilidades (Ministro dixit). Amparado en esa especie de puré de guisantes del mirara hacia otro lado, el contable amplió su radio de acción con otros proyectos, siempre con el visto bueno de la famiglia, que también sacaba pingües beneficios hasta que claro, como el aceite por donde pasa mancha, apareció alguien sin tortícolis, porque le habían dejado de aceitear, y empezó a mirar hacia donde le dio gana y se ve que pensó, vaya usted a saber con que oscuras intenciones particulares, que iba a tirar de la manta, acción muy española del que cuando se ve perdido decide caer del caballo como San Pablo y convertirse a lo que le sea más ventajoso -o menos doloso-.

Ahora se le pide al jefe de la famiglia que explique los manejos de su contable y se niega, apoyándose en la sólida base de que como la pelota es suya que se la dieron once millones de amigos, con ella no se juega… Y que además, tenemos que aceptar pulpo como animal de compañía…

Estaba realmente saturado de volver a ver una y otra vez cómo mareaban la perdiz sin llegar a una acción clara, rápida y concreta que nos libre de éste sindiós, cuando apareció el caballero de la armadura oxidada de la famiglia del la otra orilla del río y planteó la operación “Una piedra en el camino, me enseñó que mi destino era…”, por la que no quería ser él, el dueño de la pelota, si no otro más molón de los mismos, u otro que no fuera ni de aquí ni de allá, o el primer señor/a de marrón que pasara por donde los leones… En éste momento decidí dejar de beber. El vino con gaseosa de las comidas empezaba a pasarme factura. Creo.



11 jul 2013

Corazón partío

Estaba a punto de clicar sobre “enviar”, para mandar mi artículo semanal a La Vanguardia-Valencia, cuando me llegó la noticia del fallecimiento de Concha García Campoy. A éstas alturas de la mañana todos estaremos informados de la enfermedad que nos la arrebató a primeras horas de la tarde de ayer, pero no le voy a dedicar ni un segundo a la causa, sino al efecto: Concha no nos volverá a acariciar con su voz de piel de melocotón que te llegaba al alma, por muy ásperas que fueran las informaciones que diera. Creo que todos los que nos dedicamos a este oficio desde hace años, seguimos su ascendente evolución como profesional y sobretodo, como persona,

Concha no era locutora, ni presentadora, aunque si había que hacerlo, lo hacía, y muy bien. Concha era, ante todo, PERIODISTA, una PERIODISTA todo terreno. Escribía, hacia radio de forma espectacular, en televisión la cámara la quería y su buen hacer, la llevó a intervenir en series de televisión y películas.

Concha, al menos para mí, fue siempre un referente. Como el punto de fuga en un cuadro, como un horizonte que siempre está ahí pero al que jamás llegarás. Concha derrochaba optimismo con una insuperable y permanente actitud fresca y siempre positiva, por encima de todo. Tuvo a su maldita enfermedad contra las cuerdas desde el principio, poniéndola en jaque contra todo pronóstico, pero se le acabó el tablero. Mando un abrazo fuerte a su familia y allegados y a todos los lectores, oyentes, espectadores y compañeros que desde ayer por la tarde, nos sentimos un poco huérfanos y perdidos, en este laberinto de actualidad que hay montado y que ella tan bien nos los explicaba.

Adiós Concha.



10 jul 2013

El aficionado

Siete de la mañana. Ducha fría y un buen café exprés. Pantalón y camisa blanca. Zapatillas de deporte cómodasbien anudadas, y pañuelo rojo al cuello… Localizo un periódico de ayer y empiezo a estirar y a calentar dando unos saltos con los pies juntos y pequeñas carreras sin moverme de mi sitio. La tensión se mascaba en el ambiente: -“Tal vez el café tenía que haber sido descafeinado”, pensé. La Policía Local con los concejales de turno inspeccionaron el recorrido. A penas unos minutos más tarde se oyó el primer cántico a la imagen de San Fermín, anunciando que la cuenta atrás había comenzado y además, de forma imparable…

Se veía a corredores veteranos saludándose entre ellos, algún “Erasmus” despistado y algo deteriorado que los propios mozos le enseñaron por dónde salir… Lo de siempre, tan conocido y tan diferente cada vez. El segundo cántico me sacó del ensimismamiento que tenía y de un poco de sueño que aún no se había ido del todo, cosa que me preocupó. Casi de inmediato el tercer cántico y el chupinazo. Los toros salieron como una exhalación igual que mis nervios, pero el sueño era cada vez más imperante y parpadeé, se conoce que bastanterato…Al despertarme sobresaltado, en la tele ponían ya otra cosa. Una vez más me había dormido en el sillón. Bueno, mañana habrá otra oportunidad. Creo.

4 jul 2013

Evo por los aires

Ayer, como todos los días a muy primeras horas de la mañana, cogí mi vieja bici y salí a darme la vuelta de rigor de un par de horas. No había hecho ni veinte kilómetros cuando pinché la rueda delantera. En medio del campo y bajo un sol que, a pesar de ser las siete y media de la mañana, se dejaba caer a mala leche sobre todo y sobre mí, debía formar parte de un plano totalmente desolador y sin saber qué hacer, antes echar a andar arrastrando la bici, porque no podía arreglar el pinchazo.

Antes, todas las bicis de mayores, llevaban una carterita enganchada del sillín con un papel de lija, varios tipos de parches, un tubito con pegamento y un par de llaves para aflojar o apretar cosas. Ahora no. Ahora llevas más platos que en la cocina de un hotel, bebidas isotónicas, barritas energéticas, cintas adhesivas de colores que te da el fisio, por si te da un tirón, bombines de boquillas intercambiables, cascos aerodinámicos fascinantes, gafas espejeadas de colorines, el manillar que parece el estante de un bazar: GPS, cámara de vídeo, -para algunos de infausto recuerdo-, pulsómetros, tensiómetros, medidores de consumo de calorías, medidor de ritmos cardiacos fluctuantes por el ritmo de pedaleo en función de la pendiente que ataquemos… Mi tío Ambrosio tenía una BH con frenos de varilla, un timbre y una pinza de la ropa para sujetarse la pernera derecha. Nada más. Pero tenía la bolsita colgada del sillín, que en varias ocasiones le salvó de tener que volver a pie desde el huerto que estaba pero que muy lejos. Yo heredé del tío Ambrosio una boina y la pinza de la ropa. La bici se la quedó mi primo Andresín, con la caja salvavidas incluida…

Total, que estaba un poco como Evo Morales, en un avión estupendo y sin un maldito palmo de tierra dónde repostar o lo que se haga cuando aterrizan. Va a ser que como por muy presidente de Bolivia que sea y como su país no está en los “top ten” del los  que cortan el bacalao, tendrá que viajar, como mi tío Ambrosio, con una caja de parches, y unas cantimploras con combustible, con una manguera y un embudo, para  repostar en vuelo como los aviones de los países “topteneros” que  aunque lo puedan hacer, siempre tienen pista libre para paradas técnicas, dónde les venga en gana. Pero claro es que lo que pasaba es que decían que llevaba al espía “jaquero” Snowden, que ha dado la vuelta a los EE.UU.  como a un calcetín.

Y hablando de espías y asuntos de inteligencia, el que lo bordó fue el embajador español que se acerco al pobre Evo, que para colmo de males tiene nombre de banco moderno, con la sagaz artimaña de que le invitara a tomar un cafelito en su avión y, de paso pegar una visual a ver si estaba el malo… Que astucia, pero como al del nombre del banco tampoco le habían dado cuartelillo en Las Canarias, le dijo al embajador que se fuera a tomar café a un rancho de Texas y a apoyar los pies encima de la mesa centro… Y puestos a mirar, cuántos subieron a controlar qué pasajeros, de dónde venían, a dónde iban  y en qué condiciones, en los cientos de aviones estadounidenses que hicieron más paradas técnicas en España, que mi primo en el chiringuito que han puesto junto a la balsa del pueblo.



3 jul 2013

Esta, nuestra comunidad...

La observación es una de las facetas más estupendas de las que puede tener el ser humano. La observación nos permite ver las reiteraciones estacionales y la predisposición del personal a aumentar sus derechos y su poder, intrascendente y pacato, que crece de forma desorbitada en el verano.

Además de las golondrinas y de sus nidos, el personal vuelve a enjalbegar sus casas, a rascar el óxido y repinta las vallas y puertas de garajes y a quitar los plásticos protectores de ventiladores de techos y aires acondicionados, sin contar los fines de semana de limpieza y oreo, previos a la ocupación vacacional. Los administradores de apartamentos y urbanizaciones, ven resurgir sus capacidades literarias y su facilidad para dictar normas, ordenanzas y reglamentos de uso interno, para bien de esta nuestra Comunitat, que luego imprimen, según el poderío presupuestario, en un folio con el ordenador del niño, en cartoné en la papelería del pueblo o, lo más de lo más, impreso en metacrilato para fijar estratégicamente en las zonas comunes, cual placas conmemorativas. En una de esas placas, a la entrada de una piscina he leído, entre otras perlas más, normas tan concretas para el uso de la misma como: “Vestir la ropa adecuada. No hacer sus necesidades en el recinto o no salir goteando del mismo”. Pues eso.