30 ago 2013

La camiseta blanca

El verano, el de las verbenas, las parrilladas y baños playeros se va una vez más. Es cierto que muchas familias han notado la presencia del verano exclusivamente, porque han dormido con las ventanas abiertas y han sacado el ventilador. De las vacacionesno se han enterado porque hace varios años que les da igual un día de la semana que otro o que sea Febrero o Julio porque hace varios años que no trabajan. A los más afortunados sólo les preocupa que el día 10, del mes que sea, llegue pronto y que no caiga ni en sábado, ni en domingo, porque es el día que cobran el Subsidio de Desempleo, cuatrocientos veintiséis euros que tienen que dar para todo.

A pesar de los pesares, las personas tratan de salir al campo o a la playa, según dónde vivan, y olvidarse un rato de tanta desazón. Coincidí, por lo que pude oír, con una familia 'subsidiada' en una playa. El padre jugaba con un par de niños de unos siete y diez años y aunque siempre hacían referencia a la madre, yo no veía a ninguna mujer junto a las bolsas, imagino que con bocadillos, ni bajo la sombrilla algo desvencijada, de una marca de cerveza que ya no existía.

Uno de los niños le dijo algo a su padre y salió zumbando hacia una sombra donde había un grupo de personas en silla de ruedas. Según se acercaba el chaval, una señora salió del grupo y lo cogió al vuelo entre risas y achuchones. Hablaron unos instantes y volvió a toda pastilla donde su padre y su hermano. -"¡Que termina a las dos y media!". Y siguieron saltando olas mientras su padre miraba el reloj.

Movido por la curiosidad me acerqué a la sombra con suelo de tablas de madera y varias sillas. En seguida distinguí a varios socorristas jóvenes y fuertes que trasladaban a personas discapacitadas de sus sillas de ruedas, a otra adaptada para poder darles un baño en el mar. Lo había leído y oído, pero nunca lo había visto. La madre de los niños de la orilla, no llevaba el 'uniforme' de los socorristas, sino una camiseta blanca que ponía "Voluntarios sin fronteras".

Cuando llegué, la señora de la camiseta blanca, de unos cincuenta años, empujaba uno de esos carros adaptados con una persona, junto a dos socorristas hacia la orilla. Me quedé viendo la maniobra. Esperaron que las olas fueran más suaves y entraron la silla en el mar. Uno de los socorristas volvió a su puesto y se quedaron dos con la silla flotadora, una de ellas la mujer de la camiseta blanca que, como si bañara a uno de sus hijos, le mojaba la nuca y los hombros al ocupante.

Al pasar junto a mí, el socorrista que había salido del agua murmuraba no sé qué de unos recortes. Le pregunté por qué aquella señora llevaba una camiseta blanca: "Porque es voluntaria", me dijo. Le pregunté si se le pagaba algo y me dijo que le dejaban la camiseta como toda contraprestación. "Hoy ha ayudado a meter a seis personas. Sin ella sólo hubiéramos podido entrar a tres o cuatro y tenerlos menos tiempo en el mar", añadió.

Volví a mirar a la mujer de la camiseta blanca y vi en su rostro la mayor expresión de felicidad y alegría que hace años veía... "¿Cuantas camisetas blancas vienen?" pregunté. "A penas un par, contando siempre con ella", dijo el socorrista señalando a la mujer que estaba en el mar.

Pasados veinte minutos largos, el socorrista volvió a la orilla y ayudó a sacar la silla flotante. Una vez en el puesto de los socorristas, la madre del ocupante de la silla, con la ayuda de una manguera de agua dulce, enjabonó y secó a su hijo de unos cuarenta años antes de pasarlo a su silla de ruedas. En ese momento me dirigí a la señora de la camiseta blanca y le pregunté por qué dedicaba esas horas a esta labor. "Mi marido y yo llevamos cuatro años en el paro. Gracias a la escuela pública, si no hay más recortes, mis hijos comen allí. Problemas para pagar el alquiler, la luz, el agua... Bueno, como casi todos los de mi bloque. Pero cuando ayudo a que estas personas se bañen en el mar, sus risas y su alegría me hacen sentirme especial. Que aún puedo dar algo y sentirme útil...".

Volví a mi toalla extendida en la arena. Los niños estaban haciendo una montaña con sus palas mientras el padre leía un libro con título en inglés. Al rato me despertaron de mi amodorramiento los gritos de alegría de los niños: "¡Ya viene mamá! ¡A comer!". Mientras, el padre empezaba a desliar bocadillos envueltos en papel de plata…


29 ago 2013

El tenaz

La mañana y todos los partes meteorológicos indicaban tormentas y lluvias generalizadas en casi todos los sitios, litoral incluido. Las terrazas de los bares y las cafeterías estaban a rebosar, al no ir a la playa el personal. Otro tanto pasaba con los juegos infantiles en plazas y alamedas, y en las terrazas y balcones de los apartamentos y chalets se oía en traqueteo del dado dentro del cubilete en partidas “a muerte” de parchís.
El mar estaba también intratable y las olas casi ensordecían al golpear violentamente sobre la orilla. De repente empezó a llover como si no hubiese un mañana; me refugié en un saliente de una planta baja frente de la playa.
Entre el agua que caía del cielo y la que subía del chocar las enormes olas contra la orilla, toda la costa estaba envuelta en una bruma casi impenetrable.
Entonces me pareció ver algo de color rojo entre la niebla y pensé que sería una bandera roja de los socorristas, pero estaba al ras del suelo y no tenía forma de bandera.
Movido por la curiosidad y porque llevaba un potente chubasquero, me dirigí al rojo costero y allí me encontré a mi amigo Ramón, fuertemente agarrado a su sombrilla roja, vuelta del revés y diciendo: “Mi último día de vacaciones no me lo voy a pasar sin playa hasta el año que viene”.

25 ago 2013

New York, Dubái, Valencia

Tras los fiascazos de la Copa del América y la Fórmula 1, el ayuntamiento de Valencia y la Generalitat han encontrado otro live motive para deslumbrar, de momento a los españoles todos y luego al mundo entero, con la remodelación de las instalaciones de la desierta y abandonada Marina Real y el Street Circuit, para ser el ombligo de los cruceros de súper lujo. La cosa pinta bien si no se convierte en una arrancada de caballo y parada de burro. En Valencia, además del gusto por lo barroco y los boatos efímeros, somos especialistas en el pensat i fet. Pero seguro que para que esto de los turistas de alto standing sea posible, no bastará con lavar la cara a lo que quedó de las fallas, digo fallos, más caros del mundo realizados en el puerto y sus alrededores. Habrá que remodelar más cosas con unos costes, y unos sobrecostes -y sé perfectamente de lo que hablo- espectaculares. Todo, menos potenciar el Puerto de Valencia que es el primero en tráfico de contenedores del Mediterráneo. Claro que eso no es cool, que se ve que es lo que prima en los mandatarios red fashion de la cosa político-pública.

Los maestros Berlanga y Bardem lo dejaron muy claro en Bienvenido míster Marshall, que pasan de largo o paran sólo a hacer pis, pero se ve que no escarmentamos. Un turista de crucero de lujo, baja de su potente hotel flotante de seis estrellas, se da una vuelta por la ciudad que pone en el programa y, según los sabios del asunto, se dejan cada uno entre dos y doce euros, pero va a ser que a dormir vuelven a su hotelazo amarrado en el puerto que lo tienen a tiro de piedra. Otra cosa es que tuvieran lugares estupendos como los hay y que les alejara lo suficiente del paquebote, como para pernoctar fuera. Pero claro, ese fuera, igual es La Mota del Cuervo, Cuenca o Alarcón, como más próximos, con lo cual los dineritos se nos iban un poco a otras municipalidades.

Parece ser que en Valencia no queremos lo que ahora se llaman turistas low cost, que son los turistas de zapatilla de toda la vida y que en las zonas de costa se rigen por el código no escrito de las tres P: Playa, Pipas y Paseo. O sea, que no gastan ni bromas. Preferimos cien que gasten veinte euros, que mil gastando cinco, pero oliendo bien y dando un look estupendo a la Milla de Oro de la ciudad, porque mis amigos del Bar Los Toneles, la Bodega Montaña, Casa Guillermo o el Bar Ricardo, va a ser que no estarán en la ruta de los millonarios…

Mientras tanto, el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, del mismo partido que los mandamases valencianos, dice que hay que apoyar la tasa de cincuenta euros -50- que propone el Gobierno para ir a Gibraltar, y de paso en un forfait, ver los macacos, con perdón, del Peñón.

Sin grandes obras, sin lujosos atraques ni súper infraestructuras. Como mucho, un paquetito de cacahuetes y a la marcha. Cincuenta euros la entrada y además, lo que se dejen en platos con la imagen de Lady Di o de un Bulldog.

La verdad es que con la edad uno piensa que su umbral de asombro está alcanzado, hasta que vienen los padres o los tíos de los del brazo en alto, otra vez, que a más de media España nos revuelven las tripas y a ellos les quitan la gomina unas horas porque, según sus mayores son cosillas de una alocada juventud… Posiblemente como les pasó a ellos, que sí iban en serio.

Con el pastizal que se van a gastar, directa e indirectamente, podían echar una mano a los de Castellón para que el Aeropuerto funcionase y fuese otro punto de entrada de turistas de alto standing en uno de los aeropuertos más exclusivos y caros del mundo y muy cerca de La Ciudad de Vacaciones, en plan Las Vegas, hasta que construyan la ciudad del fumador, entre otras cosas, en Alcorcón. Creo.



17 ago 2013

Little Big Horn

Jamás he pensado que los sexos, sean los que sean, condicionan en absoluto la mayor o menor capacidad para desarrollar y desempeñar cualquier tipo de trabajo y actividad. Nunca me sirvió la típica y desgraciadamente aún tópica frase que relaciona a la mujer con un picapedrero, un leñador o con cualquier otro trabajo que necesite una determinada potencia muscular. Yo tampoco puedo serlo y, además, existiendo máquinas, inventos y técnicas para hacerlo, unos y otros, me parece un límite propio de Atapuerca. Tampoco yo puedo hacer natación sincronizada y me da rabia. También es cierto que, hablando de poderío muscular, sí hay mujeres que me dejarían pegado a la pared como una piel de boniato, tan sólo con dejarme caer su mano encima.

Además, se debe reconocer que un grupo de mujeres juntas son más de todo que el mismo número de hombres en la misma situación. Incluso más peligrosas, sobre todo entre ellas.

Este verano no han hecho falta serpientes de ningún tipo como en otros años, la verdad es que con este gobierno poco hemos tenido que tirar los periodistas de nevera para juntar unas letras: los dineros del PP dónde el pueblo de Guillermo Tell; los pedruscotes de Gibraltar, que es la versión de los gobiernos de cuando de niños nos tirábamos piedras de una orilla a otra del río con los del pueblo de al lado… Sólo que los bloques pétreos le han caído a Margallo en el pie y ha respondido con la aplicación del socorridoexceso de celo en el cumplimiento del deber aduanero, con las consecuencias laborales a las que ha dado lugar la medida, entre otras cosas.

También se está teniendo en cuenta la belleza hierática propia de una esfinge y el postureo de la señora del taimado pastoso encarcelado, las idas y venidas de dirigentes del PP a sedes judiciales varias, algunas con Arenas movedizas incluidas y otras con la del falso de, que se ha inventado la Cospedal y que nadie en el resto de su familia -y sé de primera mano lo que me digo- lo tiene. Ahora, pillada por activa, pasiva y perifrástica por lo de su marido que tiene más éxito profesional y económico que Carlos Fabra con la Lotería Nacional, arremete contra la vicepresidenta Soraya. Una vez que ésta se hizo el ánimo de arreglarse los incisivos rotos, que se decide a pasar por la peluquería en vez de ponerse los chufos en casa y posar para una estupenda sesión de fotos demostrando que es cierto lo que canta el rey del bronce en 'De niña a mujer', -con permiso de Zaplana, el puto amo en lo tocante al bronceado y a otras cosas- ahora precisamente intentan quemarla en la hoguera como a Juana de Arco, poniendo todos los visores de caza mayor y de snipers sobre Sorayita, que estaba, aparentemente, más callada que Harpo Marx.

La vicepresidenta y ponedora oficial de mejillas mil, una y otra vez sin plasma ni nada ante la canalla junta letras y que ejerce de sparring fajadora, resulta que se ha dado cuenta que quien tira a matar, políticamente hablando, son los de su partido, volviendo a hacer buena y actual la frase de “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”… La del marido afortunado la llama traidora a todo aquél que la quiera escuchar.

Creo que menos en el gobierno de Zapatero, donde las mujeres no se tiraban de los pelos por un eye liner y tal, en este ejecutivo son ellas las que empezaron con la lideresa y continúan progresando adecuadamente en esto de enseñar los dientes y lanzar algún que otro mordisco enrabietado como si no hubiera un mañana. Y si llegara el caso, morir matando y, claro, morir la última.

Sólo hay un objetivo que es más perfecto y definido para un sniper que una persona de color en la nieve: Gallardón. Al que al parecer de nada le sirve ya su cintura de hábil boxeador, ni su arte camaleónico en su deambular genovés. No es como Soraya Saénz de Santamaría, traidora coyuntural. Él es el traidor en se y per se. O sea que los que hablaban de posibles remodelaciones en el gobierno, como tabla de posible salvación de algunos músicos tras chocar con el iceberg Bárcenas, no son los de enfrente…

El 7º de Caballería rodeó al general Custer para defenderlo in extremis de los ataques de Caballo Loco en Little Big Horn. En ésta ocasión, los que rodean al general parece que han vuelto sus armas hacia él. Creo.



8 ago 2013

La crisis es lo más

El personal puede ver el vaso medio lleno o medio vacío, incluso algunos no ven ni el vaso por mor de la crisis. Pero según el tratamiento que se dé a la más pura y objetiva realidad de las noticias, esas de los datos contrastados, el vaso está rebosando y habrá que utilizar en su lugar un barreño.

En un informativo nacional de una televisión cuyo nombre no voy a decir, pero que está entre el dos y el cuatro, anunciaron con gráficos y todo que los embotellamientos en España habían descendido en un cuarenta y tres por ciento. Mostraron imágenes de la capital medio desierta de coches, mientras la voz en off remarcaba que era un día laborable y que la ausencia de vehículos no era debido a la época estival. Para ilustrar el asunto, ofrecieron cortes de ciudadanos que decían que con los precios de los carburantes, la falta de empleo y los recortes, se veían obligados a dejar el coche parado y desplazarse caminando porque el transporte público, con las subidas de impuestos, es casi de todo menos público. Luego ofrecieron un corte de un conductor que decía que habían desaparecido las horas punta y que no había ni congestiones ni aglomeraciones a ninguna hora del día.

La voz en off, mientras se veían imágenes de calles y avenidas semi-desiertas, comentaba que la contaminación había disminuido sensiblemente, que las plantas y los árboles estaban que daba gusto verlos, que los ciudadanos notaban que respiraban mejor y que todo eso ayudaba a la salud. Y tenía razón. Los ciudadanos van a todos los sitios caminando, con lo que mejoran su organismo, además, como no les llega para comprar todos los alimentos que precisan, porque están en el paro o recortados, comen menos y adelgazan y al haber disminuido la contaminación, se encuentran mucho mejor de salud, con lo que consumen menos fármacos, a parte de los que ya no podían comprar, y su vitalidad es tal que por eso han retrasado la edad de jubilación a los sesenta y siete años, que si esto sigue así, deberían retrasarla a los ochenta y dos años.

En la misma cadena, mientras no salía de mi asombro al comprobar lo cojonuda que estaba resultando la crisis, pasaron a la información meteorológica y tras un rápido repaso de lo de aquí, comenzaron a explicarnos el tiempo en Marte, se lo prometo por ésta. Vamos a ver. Hagamos un alto y no nos amontonemos ¿El tiempo en Marte? ¿Será porque el personal, tan sano por adelgazar y andar, cambiará Benidorm por Marte?

Apagué el televisor y pensé que la crisis es lo mejor de este gobierno, pensando en las personas. Luego me entero que por el gravamen del veinte por ciento en las Loterías y Apuestas del Estado, los ciudadan@s se gastan mucho menos dinerito en La Quiniela, La Primitiva y la Lotería de Navidad y ahorran… Seguramente para comprarse sudaderas, zapatillas de deporte y trajes espaciales para ir a Marte. Y tanto han ahorrado que el presidente de Loterías y Apuestas del Estado ha presentado su dimisión. Vamos que menos mal que llegó este gobierno porque si no, todos malhumorados en embotellamientos, gordos, enfermos de la vida sedentaria y la contaminación y, lo más importante, sin saber el tiempo que hace en Marte.



Mirlos blancos

Al parecer, según fuentes de todo crédito, el presidente Rajoy ha dado instrucciones claras y concretas, para como en Sodoma y Gomorra, encontrar un puñado de personas “inmaculadas” que conformarían las listas electorales de las próximas elecciones. Personas que hayan levitado en el limbo político, sin ningún muerto en el armario y sin contaminación corrupta esférica; es decir que se le mire por donde se le mire, no tenga ni un primo, es un poner, que ni de pequeño sisó unas perras a su madre al venir del mercado.

El asunto es ¿quiénes serán los Blackbird Hunter?¿Buscarán entre todos los militantes y simpatizantes?¿Echarán mano de independientes, o volverán con la burra al trigo para remover, otra vez, la parva de las familias?¿Será un amago in vitro de testar las listas abiertas, tan demandadas por el personal…? Es que si van a ser los mismos perros con distintos collares, va a ser que en tendremos más de lo mismo, que no sería la primera vez. De rodas formas, la iniciativa del presidente no es mala y, aunque los llamen copiones, el resto de partidos debería hacer, si no lo mismo, algo parecido, si no quieren que esta Sodoma y Gomorra en que han convertido nuestro país, corra la misma suerte que las ciudades bíblicas y no se salve ni el Tato. Creo.

1 ago 2013

La diplomática

Hacia muchísimo calor como corresponde a las fecha en que estamos y que, además, es un tema muy socorrido para las conversaciones de ascensor, para la cola del súper o para cuando te cruzas con vecinos que a pesar de los años apenas conoces. Tal vez por este exceso del mercurio y por el aire acondicionado, el centro de salud, o sea, el ambulatorio de toda la vida, que se ve que recortan prestaciones pero aumentan los nombres, estaba como las puertas y aledaños de un estadio de fútbol antes de un encuentro de máxima rivalidad en primera división.

Las enfermeras, de vez en cuando, se asomaban a la puerta de sus respectivas consultas y recitaban un rosario de nombres para marcar el orden de entrada. Me llamó la atención que menos del cincuenta por ciento respondía -pude calcular los porcentajes, porque hacía más de una hora que había pasado mi cita previa y estaban nominando a personas que estaban hora y media antes que yo-. Una de mis teorías, seguramente partiendo de una hipótesis equivocada, es que el personal acudía al ambulatorio, se refrescaba un ratito y luego seguía a su marcha, a enfrentarse al caloruzo con el frescor puesto momentáneamente, hasta llegar a otro establecimiento donde pudiese refrescarse, sin tener que consumir/comprar nada y poder estar cómodamente sentado.

Me estaba entrando una potente modorra, cuando salió un señor con un papel en la mano y se dirigió al mostrador de información. Cuchicheó algo a la administrativa de bata blanca, o a la enfermera-administrativa. Intercambiaron palabras por lo bajini, mientras el hombre miraba constantemente a derecha e izquierda. Se ve que la del mostrador le dijo que esperase un poco mientras hacía unas consultas por teléfono y mira por dónde, el caballero se sentó a mi lado. Yo estaba cabeceando de nuevo con ese sueño facilón del aburrimiento que da el saber que ésa es tu gestión en todo lo que resta del día, bueno eso y la farmacia, por si te recetan un genérico de esos que ni se parecen al que estás acostumbrado, ni en nombre, ni en formato, ni tan siquiera en los colorines que a veces van muy bien como regla mnemotécnica. 

Pues estaba, como digo, dejándome llevar por los brazos de Morfeo, cuando me sobresaltó la voz aguda de la señorita del mostrador que decía, se lo prometo: “-¡A ver, el señor de la disfunción eréctil que ha pedido hora para el Urólogo…!”. El murmullo habitual se convirtió en el mismo silencio que se produce en las películas de vaqueros, cuando entra en el Saloon un forastero con el revólver ladeado y el Stetson caído sobre las cejas. Igual que en la escena de la peli, el personal dejó de jugar con sus SIP, los folios de las recetas y las carteritas de plástico que dan en algunas farmacias para llevar ambas cosas, como lo hacían en el Saloon con las cartas, los dólares en forma de torre y los vasitos de güisqui.

Yo sabía que el llamado por la diplomática del mostrador era el que había ocupado la silla a mi lado, que estaba como la Venus de Milo, pero con brazos. La diplomática volvió a insistir con lo mismo, como si vendiera ajos -que me los quitan de las manos- en un mercado ambulante: -“¡El de la consulta del Urólogo para la disfunción eréctil!”. Las señoras miraban a los señores, los señores nos mirábamos entre nosotros, pero nadie dio el paso al frente. En ese momento se abrió la puerta de una consulta y dijeron mi nombre, por suerte estaba lo más distante del mostrador de la diplomática… Al salir, el hombre que fue a hacer la consulta por lo bajini, seguía sentado. Tal vez esperando a quedarse sólo o a salir mezclado entre todos si cerraban y había que despejar…