12 mar 2013

Pepiño y en botella

Tal y como van las cosas, y parece que esto no hay quien lo pare, el Congreso de los Diputados se convertirá en el Congreso de los Imputados. Día a día se van desgranando nombres, casos y chanchullos por donde quiera que se mire. No sé a quién le oí decir que la izquierda lo único que tiene, a diferencia de otros, son sus principios y sus ideales, cosa que no necesariamente se puede creer aunque tal vez lo hubiera sido. Puede sonar contundente pero como decía aquél, “la verdad está ahí fuera” y no creo que se deba repetir el manido “y tú más”. Se es honrado o no se es. No vale hacer de intermitente: ahora sí, ahora no. Tal vez lo que hacía que la izquierda, y más concretamente el PSOE, tuviera un suelo tan alto a pesar de los pesares, era la convicción moral de que la ideología y el sentimiento de clase, jamás sería vapuleado por oscuras maniobras para alcanzar el poder a cualquier precio. Desde los “papeles del BOE”, los “terrenos de RENFE”, “Filesa” y “Time Export”, algo empezó a hundirse en el ánimo de muchos militantes/as y simpatizantes/as -“Éste no es mi PSOE que me lo han cambiado”-. Pero el personal seguía apoyando lo que el partido representaba, sin querer ver muchas cosas que el partido hacía. Y se fueron capeando temporales, borrascas y precipitaciones aisladas y localmente intensas. Y tal vez, aquellos polvos trajeron éstos lodos, en forma de Blanco y en botella que esta vez, no es leche. Más bien requesón podrido.

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