21 ene 2014

Señales premonitorias...

Hace algún tiempo que veo extraños paralelismos entre cosas o asuntos muy diferentes, incluso lejanos en el espacio pero relativamente cerca en el tiempo. Personas que están cerca de mí suelen decir que “son señales”. Luego nunca me dicen de qué son “las señales”, ni tan siquiera si son de buen augurio o del otro.  Simplemente son señales. Realmente no soy muy dado a lo del mal fario, el mal de ojo, ni de las supersticiones. Me parece curioso, eso sí, comprobar que personas de diferentes culturas y ámbitos geográficos frente a cosas cotidianas, como pasar por debajo de una escalera, romper un espejo, dejar el sombrero encima de la cama o el bolso en el suelo, reaccionen de la misma manera, como si hubieran visto a Belcebú. Una buena amiga hace unos meses, que yo estaba un poco espeso, me dijo que si cruza un gato negro por delante de mí, es porque va a algún sitio... Y es cierto. Si el gato va andando es porque va a algún sitio, a no ser que sea un gato peripatético clásico.

Si hubiera sido un galo supersticioso como Asterix, el que paseaba por el Palau de Les Arts cuando se desprendió un pedazo de Trencadís, hubiera pensado que el cielo se le desplomaba sobre su cabeza y por Tutatis, no por Calatrava. A mí lo del Trencadís y lo del desprendimiento me llamó la atención y pensé: es una señal, o mejor dicho, la madre de todas las señales. El Trencadís se me antojó de repente como una cerámica mal acabada y quebradiza o como un edificio con aluminosis. Luego vi fotos y videos de trabajadores arrancándolo a golpe de maza y corta frío y con martillos neumáticos… Desolador. Alguien comento muy cerca de donde me encontraba para su interior con un hilillo de voz: -“Así nos arrancan todo a los valencianos. Hasta el corazón…”. Va a ser verdad lo de las señales, me dije. Luego borbotones de acontecimientos que se sucedían como cerezas sacadas de un cesto, mezcladas y enredadas. Una vorágine de despropósitos que yo empecé a atribuir a “la señal” del Trencadís. Aparte de los asuntos de cama de Hollande. De que a la UGT le hayan cerrado el grifo desde Bruselas. De que el PSC esté como nuestro Trencadís y que su diputado y alcalde de Lleida, haya dimitido (sic) y que Monago vuelve a ser para el PP, lo que Ibarra fue para el PSOE (Extremadura, tierra de conquistadores), Lo que me sorprende es la preocupación nacional de cómo va entrar la Infanta guapa, a los Juzgados de Palma de Mallorca: a pié, en coche, por el callejón de la vergüenza, por el garaje, en helicóptero, o a lomos de un brioso corcel montado por su hermano El Príncipe… No me lo puedo creer. ¿Qué más dará como llegue SAR? Lo trascendente e ignominioso es que está imputada y como tal tiene que comparecer. Que la justicia sea igual para todos no tiene nada que ver con los medios y modos con que nos presentemos ante Ella. El asunto es que SAR se sentará delante del Juez Castro y deberá responder a preguntas muy complicadas. Creo que coincidirán, algunos al menos, que no es lo mismo que un servidor entre en un juzgado que, no ya un miembro de La Familia Real, sino una simple persona del famoseo revisteril o un artista. Lo que realmente importa, y perdonen el juego de palabras, es que comparezca, que declare, qué es lo que declara y sobretodo, qué falla el Juez. Lo demás me recuerda al circo romano y a cortinas de humo que contaminan lo trascendente: cuál, cómo y cuándo, será el desenlace y las repercusiones que provocará.



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