9 ene 2013

Trapos, zapatos, libros... Viejos.

Hay muchas personas, entre las que me incluyo, que sin padecer el síndrome de Diógenes, somos propensas a guardar determinado tipo de cosas o a necesitar que sea otra persona quien se deshaga de ellas, porque somos incapaces de hacerlo nosotros.
En cada objeto, trasto o lo que sea, hay un pedacito, una historia de la vida de cada cual. Pero sólo lo saben los que tienen la suerte de haber vivido con ganas. Por eso, una persona distinta, puede hacerlos desaparecer sin dificultad.
También hay personas que no poseen éste tipo de percepción, lo que es mejor, y pueden hacer limpieza general, tirando las cosas sin ningún problema. Les envidio realmente.
Pero, a veces, cogiendo de una bolsa un trapo para limpiar los cristales, aparece in trozo de una camisa que actúa sobre uno como una máquina del tiempo y te vienen a la cabeza lugares, épocas y personas, con un sabor dulzón rancio...
Pero además de cierta nostalgia, ¡como dejan los cristales!

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