La película de Jaime Chávarri (1976) sobre la familia Panero Blanch, no es solo el film imprescindible de nuestro cine. Es la situación, agobiante como una espesa niebla baja que no nos deja ver ni ser vistos, ni saber a veces, ni dónde estamos. Desde el tardo felipismo hasta el rajoyismo, ésta situación, creada mentira tras mentira, estafa tras estafa, no era lo esperado por ningún ciudadano/a.
El desencanto es la decepción y el desengaño producido por la falta de verdad,. Falta de verdad sobre asuntos cotidianos unos y de estado otros, que nos han sumido en un desconcierto y con una pregunta que cae sobre nosotros como una losa: ¿Y ahora qué…?
En una ocasión oí a un viejo político decir: -“Solo creo en Dios y en el bicarbonato”, y va a tener razón. Lo crispante es que “ellos” pasan como un huracán sobre casi todos nosotros. El personal parece que ha empezado a darse cuenta que nadie vendrá a solucionarnos la vida. Que somos nosotros todos, los que tenemos que asumir la tarea, tal vez dolorosa, de coger éste toro por los cuernos. Es un poco la sensación de un niño perdido entre la gente y que cuando ve a su madre, le pega un capón para que no se vuelva a soltar de la mano. Pero el niño no se soltó, fue la madre quien lo hizo para sacar algo del bolso… Les dimos nuestros votos y ellos los soltaron para coger otras cosas.
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