10 jul 2013

El aficionado

Siete de la mañana. Ducha fría y un buen café exprés. Pantalón y camisa blanca. Zapatillas de deporte cómodasbien anudadas, y pañuelo rojo al cuello… Localizo un periódico de ayer y empiezo a estirar y a calentar dando unos saltos con los pies juntos y pequeñas carreras sin moverme de mi sitio. La tensión se mascaba en el ambiente: -“Tal vez el café tenía que haber sido descafeinado”, pensé. La Policía Local con los concejales de turno inspeccionaron el recorrido. A penas unos minutos más tarde se oyó el primer cántico a la imagen de San Fermín, anunciando que la cuenta atrás había comenzado y además, de forma imparable…

Se veía a corredores veteranos saludándose entre ellos, algún “Erasmus” despistado y algo deteriorado que los propios mozos le enseñaron por dónde salir… Lo de siempre, tan conocido y tan diferente cada vez. El segundo cántico me sacó del ensimismamiento que tenía y de un poco de sueño que aún no se había ido del todo, cosa que me preocupó. Casi de inmediato el tercer cántico y el chupinazo. Los toros salieron como una exhalación igual que mis nervios, pero el sueño era cada vez más imperante y parpadeé, se conoce que bastanterato…Al despertarme sobresaltado, en la tele ponían ya otra cosa. Una vez más me había dormido en el sillón. Bueno, mañana habrá otra oportunidad. Creo.

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