20 sept 2013

Excalibur

Hay textos que se convierten en libros de cabecera y otros en lo que he dado en llamar libros almohada. No son libros que uno escoge, sino al revés. Ellos te escogen.

Desde hace muchos años tengo tres libros de cabecera que ya se caen a pedazos: “Réquiem por un campesino español” de J. Sender, “Viaje a la Alcarria” de C.J. Cela y “La Honorable Sociedad” de Norman Lewis. La verdad es que no son libros como para quedarse agusto y dormir como un niño -como un niño que duerma bien-. Pero no lo puedo evitar.

Desde hace menos años, tan sólo dos, un libro fantástico y de obligada lectura, creo, se ha adueñado de mi atiborrada mesita de noche y ha saltado a mi almohada de una forma pertinaz e irreverente: “España, una nueva historia”, de José Enrique Ruiz-Domènec..

Les cuento esto porque todas estas páginas ayudan de forma palmaria a conocer la Historia de España, desde el 211 a.c. hasta la última Guerra Civil. Es como un bucle maldito e irrompible en el que nos vemos inmersos. Como una maldición bíblica que parece que esté en el código genético para los habitantes de esta tierra, aprisionada por unos y otros entre el océano y los Pirineos. La situación que estamos viviendo en nuestro país se ha visto repetida puntualmente una y otra y otra vez, a lo largo de la historia como consecuencia de un mal gobierno que antes defiende sus propios intereses de partido que las necesidades de la nación. De cargos públicos con intenciones espurias y ante una sociedad civil secuestrada por la impotencia, por cierta indolencia y por el maldito, aunque desgraciadamente vigente, “que inventen ellos” de Unamuno.

Frente a situaciones límite afloran tópicos con intentos aglutinadores en torno a ya no se sabe muy bien qué, con aviesas manifestaciones de ir ganando voluntades a modo de corta fuegos ante lo que se les puede venir encima. Llega el momento de las inauguraciones, reuniones sectoriales, desayunos con líderes de opinión en particular y medios de comunicación en general. Llega el momento de “recomendaciones” para suavizar tonos de tertulias políticas varias, de poner en valor peregrinos argumentos que ensalcen tal o cual figura. Volverán, dentro de nada, los viajes con las mangas de la camisa medio arremangada y sin corbata. Llega el síndrome pre electoral, donde los asuntos graves pasan a ser una pieza arrojadiza por herencias de unos y de otros. Y la sociedad civil, la mayoría silenciosa, no es tal. No es silenciosa, está asustada y ni pestañea porque no se sienten respaldados por nadie o por nadie que les mueva el corazón, para luego moverles la intención de salir de casa para votar en una u otra dirección. Mientras sucedan cosas como que se aplauda y se tolere que Fátima Báñez tenga el descaro y la terrible vileza de decir de forma exultante que el Gobierno ahorrará treinta y tres mil millones de euros en los próximos ocho años, gracias a la reforma de las pensiones. Pensiones que se revalorizarán un 0,25% sobre el IPC. Si este año la inflación sube un 1% y las pensiones se revalorizan un 0,25%,  las pensiones bajan porque pierden poder adquisitivo.

Alguien tiene que existir, estoy seguro, por muy poco conocido que aún sea para los diferentes públicos en general, que pueda sacar nuestra Excalibur de la roca. O un Blas Molina o una Manuela Malasaña que sean el detonante del pueblo para que vuelva a creer en sí mismo.




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