22 oct 2013

Rabos de pasa

Me di cuenta que no me gustaban los monopolios muy joven. Casi casi de niño, al comprobar que por alguna razón que se me escapaba, habían estandarizado las mesuras -cartuchos dirían los madrileños-, de una peseta de pipas en las puertas de los cines dónde me llevaba mi hermano mayor. “De toda la vida”, con mis seis años ya cumplidos, una mesura de pipas de “a peseta” en la puerta del cine Lírico del Grao, era más grande que la de la puerta del cine Levante en la Avda. del Puerto. Hasta que de repente, sin contar con los consumidores finales, se estandarizaron los cucuruchos. Además, el producto ya no se diferenciaba entre sí como antes. Las pipas del Lírico, hasta arriba de sal, te dejaban unos morros que no podías silbar hasta el día siguiente y con una sed que combinaba fatal si la peli era de vaqueros atravesando un desierto. Con las del cine Levante no sufrías igual la insolación desértica y con una gaseosa aguantabas las dos películas del tirón. A pesar de todo, las del Lírico tenían más éxito. Pero había ofertas y demandas diferenciadas. Había espectadores que pasaban por el Levante, se compraban su mesura y luego continuaban hasta el Lírico. Al revés creo que no pasaba, pero se podía hacer. Creo que esa diferenciación estaba bien, hasta que los piperos, decidieron unificar el producto, la salinidad del mismo y la medida.

Ya daba igual que película “echasen”, porque el feedback que se dice ahora, ya no existía cuando veíamos al vaquero con los labios cortados por el sol estrujar un cactus para que le cayeran unas gotas de agua…

Tal vez por eso no me gustan los monopolios. Y tal vez por eso, tampoco me gustan las mayorías absolutas. Porque se rompe, como he dicho antes, el feedback. No me gustan los rodillos sean del color que sean. Soy partidario de la pluralidad, de la discusión política en los plenos, de la defensa y contrastación de las decisiones que se tomen para “todos” los ciudadanos/as. Las mayorías nunca pueden tener toda la razón por el mero hecho de que son más. Como no está bien, por el mismo motivo, achuchar a un ciclista porque vayamos en un camión tráiler. Pero todos somos, en gran parte y en algún momento de nuestra vida, fruto de las minorías. Seguramente sea un ingenuo, pero sigo creyendo que porque a dos mil millones de moscas les gusten los excrementos de vaca, tienen que estar buenos -excepto si eres una mosca, claro-.

Por eso me gustaría, y creo que somos más de uno los que no nos sentimos moscas, que se rebajara el porcentaje para entrar en las Cámaras, Alta, Baja, Provincial y Municipal. Que la Ley D’Hondt fuera sustancialmente revisada o sustituida por otra que esté más acorde con la actual realidad social, y por ende electoral, de la ciudadanía y del Estado. No entiendo el pavor de la derecha valenciana a los Tripartitos, ni por qué cada vez que se plantea ese futurible, se le añade la coletilla de “catalán”, como si fuera peyorativo.

En la Comunidad Valenciana se han votado a más de dos partidos y por un puñetero cálculo matemático han dejado mudos a miles de personas. ¿Por qué tanto miedo al Tripartito o incluso a un Tetrapartito si la derecha valenciana lo utilizó para arrebatar la alcaldía, ganada por mayoría de votos, al PSOE en las Elecciones de 1991? -PSOE: 471.210 votos con el 41,37% frente al PP: 254.118 votos con un 31%-.

Para que Rita Barberá le arrebatara la alcaldía a Clementina Ródenas, necesitó el 14,97% de Unión Valenciana y el 2,96% del CDS. Es decir, de un tripartito que luego, a partir de 1995, Eduardo Zaplana por un lado y por el otro el tiempo, se encargaron de fagocitar a uno y anular al otro… ¿O no se acuerdan?

Por asuntos como estos -y muchos más que se guardan por aquí y por allá- soy un ferviente admirador de los refranes, en este caso: “Más vale un lápiz corto, que una memoria larga”.


http://www.lavanguardia.com/local/valencia/20131015/54391252733/rabos-de-pasa-por-alo-montesinos.html#ixzz2iU9kNy5t 

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