13 may 2014

¿Neurotizan las redes sociales?

Por mucho que se sea “de letras” de toda la vida. Por mucho amor y apego que se le tenga al lápiz graso y al sacapuntas para subrayar los textos, hay que reconocer que el fenómeno, ya viejo de las RR.SS. –en Informática lo de esta mañana, es viejo a media tarde- tuvo sus orígenes, creo, desde los tiempos más remotos. San Pablo se infló a mandar cartas a los Corintios y, que se sepa públicamente, solo se sabe lo de su carpeta de “Elementos Enviados”, pero nada dice de su “Bandeja de Entrada”. Tal vez los Corintios, más preocupados por sus uvas pasas que por los mensajes de texto, jamás le respondieron o incluso, tenían otro sistema operativo. Todos conocemos, o hemos conocido, a personas que se negaban a poner un PC en su vida –con perdón-, y que poco a poco se fueron convirtiendo en una especie de náufragos en un mar de códigos binarios adaptados al usuario como un electrodoméstico más y que al fin, tuvieron que hacer cursillos como locos porque a los que el fax, ya les parecía “lo más”, se dieron cuenta que no podían interactuar con otras personas que, como San Pablo, les escribían a él/ellos, pero no podían responder y se fueron convirtiendo, poco a poco, en Corintios. Ya no se trata de ser escritor o periodista y rellenar unas cuartillas o multitud de folios. Tienes que estar, si no a la última, sí a la penúltima en todo un lenguaje que ha dejado de ser endógeno y corporativo, para convertirse en algo de uso cotidiano entre todos. Bueno entre todos los adolescentes y jóvenes, porque a algunos adultos les cuesta y a los más mayores ni les cuento. Son como los anglicismos en la época de los yupis economistas, o como los informáticos de Silicon Valley con su montón de bolis en el bolsillo de su camisa de manga corta y sus gafas de pasta unidas con esparadrapo por el puente…

Resulta que como dice Tao Lin en su libro Taipéi, estamos ante y en una sociedad en la que no importa tanto lo que hagas como la historia que cuentes a través de Facebook, Twitter, Instagram, … “Si no has contado algo, no lo has hecho”. Lo bien cierto es que ser escritor era algo que estaba al alcance de todos, pero no su publicación, distribución y comercialización que recogiera la respuesta de los lectores. Ahora el asunto es bien distinto, cualquier persona puede ser escritor/ra –y no me refiero a quien todos ustedes tienen en mente “¿¡Valeee!?”-. Antes un escritor y hasta un periodista, le daban mil y una vueltas a sus textos antes de mandarlos a imprenta, es cierto que lo que pretendían, y pretenden, es dar a conocer sus subjetividades o sus experiencias contrastadas que puedan ayudar a quienes puedan leerlos. Ahora todos lo hacemos varias veces al día a través de las RR.SS. Coincido con Lin, y lo he experimentado, la neurosis de la vida real y la neurosis de la red con discusiones con gente que ni conocemos y que nos pueden malhumorar o hasta amargar durante un rato. Coincido también en que es mucho más fácil manejar una “vida online”, donde las cosas son mucho menos complejas que cara a cara porque nos perdemos el lenguaje no verbal, ni escrito. Se prescinde del lenguaje corporal, por muchos emoticonos que vayamos añadiendo.

Me sigue dando cierto repelús ver a grupos y parejas que sentados en un parque, una cafetería o en la playa, estén dale que te pego a su smartphone sin cambiar ni una mirada con quien le acompañe. A lo sumo un: “-¿Nos vamos?”. “-Vale. Me despido de @ladelsotodelparral y ya.”.



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