2 may 2013

Marathon Citizen

Y es que aunque no hay mal que cien años dure -ni cuerpo que lo resista-, aunque nos pongamos gafas con cristales de color de rosa, aunque hagamos el pino para ver cualquier recipiente medio lleno, uno ya no sabe qué venda ponerse, ni encontrar cualquier otra parte donde mirar... Hasta las más curtidas personas se están reblandeciendo.
La paciencia ha dado paso a la resignación, la resignación al desconcierto, a la impotencia y a la desesperación, en muchos casos. Y es que las personas estamos abocadas a movernos por reacción ante hechos consumados. Hay que correr una maratón, se corre. Luego resulta que a mitad de la carrera nos dicen que se han inventado una modalidad, que es mejor para los corredores: se añaden dos quilómetros más... Y el personal, contrariado, lo asume y piensa que por dos mil metros, no va a abandonar.
Faltando tan solo cinco quilómetros para la nueva meta, se les comunica que, ante la buena acogida de la nueva medida, impuesta por el comité organizador, se prolonga la meta cinco quilómetros más.
Los corredores empiezan a mosquearse. Los que tienen más fondo creen que les beneficia y que con ésta nueva distancia, muchos participantes abandonarán y ellos podrán llegar a la nueva meta.
Efectivamente, los peores preparados, empezaron a flaquear. Las piernas no respondían como debieran, los calambres empezaron a mermar a los corredores. Otros perdían la orientación y, con angustia, pedían agua para enjuagar la boca, seca como una duna. Olvidaron que el comité organizador, para dar más complejidad al esfuerzo, redujo sensiblemente las raciones de agua. Los corredores buscaron entonces a los servicios médicos de la organización. Pero también los habían disminuido...
Empezaron los abandonos y los que continuaban, ya apenas corrían. Seguían en la carrera a duras penas y zigzagueando, sorteando a otros competidores tendidos en el ardiente asfalto.
Por los su sucesivos aumentos del recorrido, habían dejado atrás la ciudad y el pavimento empezó a empeorar hasta convertirse en un sendero pedregoso.
Los participantes que aún quedaban en la carrera, ya ni sudaban de la deshidratación generalizada. La piel, abrasada por el inclemente sol, se enrojecía hasta más allá de los límites peligrosos. Los corredores hacían esfuerzos sobrehumanos para alcanzar la meta, cada vez más cerca.
Medios de comunicación extranjeros y pocos españoles, sabedores del evento y sus aumentos en la distancia, se concentraban por todo el recorrido, asombrados de la capacidad de aguante de los corredores.
Estaba el sol en lo más alto, cuando la organización comentó que faltaba menos de ochocientos metros para la meta final, pero que el comité organizador, en vista de la repercusión mediática y el aguante espartano de los participantes, prolongaba la distancia veinte quilómetros más.
La noticia cayó como una losa sobre los corredores y como un trallazo a los medios de comunicación, que se preguntaban quienes eran los salvajes que formaban el comité organizativo.
Los abandonos y las lipotimias se sucedían con una frecuencia cada vez mayor. Los servicios médicos estaban a quilómetros de distancia y era imposible acudir a ellos. Se produjeron varios fallecimientos, pero los ciudadanos seguían, medio arrastras algunos, en la maldita carrera. A estas alturas la disyuntiva era: seguir o desaparecer...
El campo abierto por donde el comité organizador había trazado el cambiante itinerario, parecía un mar pajizo relleno de chicharras que cantaban al sol de la tarde. No tenían los supervivientes puntos de referencia. Ni un árbol que les permitiera, al menos, saber que avanzaban, con lo que el desánimo aumentaba a cada paso.
Empezaba a azafranear el cielo cuando una vez más, les comunicaron a los depauperados corredores que, en vista de su capacidad de aguante, resistencia y sacrificio sin rechistar, el comité organizador modificaba las bases de la competición; en lugar de aumentar la distancia, aumentaban la duración: sigan corriendo hasta que les avisemos y, tengan fe en el comité organizador ¡Ya son más de seis millones doscientos mil el número de participantes!
Y que conste que son las normas que nos imponen desde el comité europeo con sede en Alemania, para homologarnos a vayan ustedes a saber qué.
Pero no paréis: corred, corred malditos.

1 comentario:

  1. Impresionante el enlace, me recuerda esta "historia" a un capítulo de una serie que se llama Black Mirror, en la que las personas han de hacer Km en Bicicleta para, muy poco a poco, ir consiguiendo puntos que acomoden su nivel de vida. Un cachondeo en ambos casos.
    Bravo!

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